Sunday, November 16, 2008

De cuadernos en blanco

Encontré un cuaderno sin usar e inmediatamente pensé al ver sus hojas en blanco ¡Oh! qué extraño, aquí se guardan figuras y recuerdos, voy a pedirlos presatados al olvido por un momento, luego volverán a él. Y así voy a consultar a una egoísta memoria que sólo depara retazos de vivencias: un trozo de ópera; Don Bartolo codiciando a una Rosina fresca y despreocupada; o el pantallazo, sobre las tablas, de un Espartaco suspendido en el aire como huyendo de sus cadenas y la tierra; o el sonido que Ricci le hurtaba a un Amatti.
Una madonna del Sanzio...
Un verso de Baudelaire.
Una figura poética pensada por ese hombre que fue un creyente devoto de espejos y laberintos y que imaginó, allá en el norte, una aurora donde se mira Dios.
La figura, lejana en el tiempo, de un hijo que se superpone a la fotografía y no sabemos cuál de los dos es el original.
Las curvas de un camino en la montaña, allá en mi juventud, un arroyo, unas flores silvestres... ¿Dónde?...
¡Dónde!
Un rostro ya borrado, en cuyos ojos supuse un día la vida eterna, y en su color el paisaje verde que compartimos con Dios en los comienzos. ¿Serán polvo? ¿Dónde?

En ese tiempo di por descontado, sinceramente, que yo sería inmortal. Gritaba en la cumbre de los cerros las cuatro palabras postreras del hijo en la cruz, con la esperanza de que un carro de fuego, como a Elías, me eximiese de los males de este mundo.
Era el tiempo del Yuspe, el San Guillermo, el Río Chico y la Quebrada. Era el tiempo de las truchas, ese pez que sólo habita en los frescores de montaña, soledad y duendes, en aguas de una transparencia tal, que más que verlas, hay que imaginarlas.
Hoy es "Parque Nacional Quebrada del Condorito" Hollado por el turista fotógrafo o el paseante desprevenido, que quién sabe qué imagina, allí, donde nosotros una vez pensamos el cielo y la eternidad.
¿Las truchas? Las truchas también se habrán marchado. ¿Dónde? Tal vez al igual que nuestra juventud: hacia el olvido, la nada.
El hombre al igual que la vestimenta se destiñe, se gasta, termina con parches y remiendos, hasta de color distinto. Dicen por allí de fulano: "qué raro, ¡cambió de idea!" Pero no es así; no cambió nada, solo tiene un remiendo, un parche de otro color. Por eso no soportan a los ancianos, son ropa vieja, y a veces no los tiran a la basura porque como sucede con algunas prendas, las guardan de recuerdo (eso en el mejor de los casos)(ojalá tenga el coraje).
No somos UN hombre, somos EL hombre, somos la especie toda, no el individuo. Somos un clon repetido hasta el hartazgo, en todos los colores y modelos; todos los seres vivientes que nos rodean están presentes en él; desde el pájaro y la flor, hasta el chacal.

Sólo el arte nos separa de los animales.
Vea sino, tómese un huevo de calandria, lléveselo a Australia o a la muralla que inició el chino que quiso abolir el pasado, incúbelo y verá al cabo de unos días, aparecerá un pajarillo parecido a cualquier pajarillo pero que con las semanas se transformará en una calandria y luego cantará como sus antepasados, con su conducta, sus plumas, sus miedos. Todo ello devino en el mapa genético de los de su especie, impreso en la célula madre. Con los hombres ocurre igual, todo está en el registro genético. Hasta allí ave y hombre comparten tiempo y espacio en una igualdad espeluznante.
Pero un día se oye una música que nadie escuchó nunca, que no estaba en ningún clon de nadie y aparece el arte.
Descubrimos que Beethoven es un hombre cualquiera pero posee el fuego divino que Prometeo robó a los dioses: es el don de producir ARTE.
Por él, Rafael pintó colores que desconoce el mismo arcoiris.
Y podemos ver el hambre en el Ugolino traidor.
La desesperación y la lucha feroz por la vida en el Laocoonte.
La piedad en el gesto dulce de esa joven mamá que contempla en su falda al hijo asesinado.
A Homero que mezcló a los dioses con los hombres.
A Shakespeare que develó todos los rincones del alma.
A Einstein que sospechó un espacio y un tiempo curvos...
y así de ese modo el Universo!
El arte, al contrario de lo que ocurre con los actos de los otros seres vivientes, en que todo, absolutamente todo, es herencia repetitiva, el arte es la creación misma.
Hasta las divinidades son frutos del a imaginación. Dios es una obra de arte pintada por los hombres en sus propias almas. El Fiorentino lo pintó en un techo.
Y qué extraño: a los dos hay que hacerles mantenimiento y limpieza, de tanto en tanto, para que perduren!

PD: Con los años no sabré tanto, pero ignoro menos.

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